Se me puede tachar de blando, pero no de connivente
ni de conformista.
Siempre digo lo que pienso y lo digo claro y sin
doblez.
Y con la misma libertad que he echado al pie de los
caballos al sistema y a las personas, que considero indeseables del sistema,
digo ahora.
Me empieza a mosquear, el extremo desmadre político
en el que estamos entrando.
He vivido con Franco, con la transición y con la
pseudodemocracia.
Y nunca he visto lo que estoy viendo ahora.
Me suena a caldo de cultivo, un poco aguado, del
ambiente social de la España previa al treinta y seis.
¿No será que mientras nos hacen marionetas para
mirar a otro lado, se está cociendo algo que no nos esperamos?
¿Se han puesto de acuerdo, buenos y malos, ¿para
llevarnos al huerto?
¿Estamos inmersos en un asunto geopolítico y somos
más importantes de lo que nos pensamos?
¡Si los marroquíes son más dóciles!
¿Han descubierto petróleo en la Península y no nos
hemos enterado?
Huelo raro y no entiendo nada.
Claro, que el que yo no entienda no quiere decir
nada.
Lo extraño es que huela algo, pues tengo tan poca
pituitaria como neuronas.
¡A ver si nos van a dar por abajo, por el sur, entiéndeme!
Hace nada nos invadieron los moros y nos costó 800
años echarlos.
Luego nos dieron en el Rif hasta en el carnet de
identidad.
Luego nos quitaron el Sahara.
Y todo eso con una mano delante y otra detrás.
Ahora son amigos de Israel, Estados Unidos y de Dios
sabe quién.
De esta no nos dejan ni los calzoncillos.
Y nosotros, con el pelanas del Sánchez de jefe.
¡El Señor nos pille confesados!
Aunque a mí poco me importa; soy el ebanista y he
venido a arreglar el confesionario.
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