Siempre procuro ver algo positivo en todas las personas.
En los delincuentes de la más baja estofa, criados
en las zahúrdas de la sociedad, es muy difícil encontrar en su vida aspectos
positivos.
Quizás, de lo más íntimo de ellos, pueda excavarse algo positivo.
No lo sé.
Pero cuando a una persona, que se ha criado en un
ambiente social de clase media y ha tenido acceso a la cultura, no se le
aprecian las más mínimas entrañas. Poco se puede esperar.
Cuando pienso en el presidente español Sánchez, intento encontrar algo positivo en él, pero me sorprende ver que hasta
en sus actos más íntimos que se le conocen, es despreciable.
Dicen que es un narcisista patológico.
Quizá la locura le eximiría de ser alguien tan
deleznable.
Su comportamiento no es el de un partidario, el de
alguien perteneciente a un partido, si no de un sectario, el de alguien
perteneciente a una secta.
Nadie tan limitado intelectualmente, puede
mantenerse en el poder como él lo hace.
Necesita de otros sectarios que le animen y dirijan.
Su patología le puede servir para mantener el tipo
de cara al público, pero no para urdir las trampas que organiza.
Sánchez no está solo.
Es la mano tonta, que parece estar deviniendo inútil,
de un poder en la sombra, que tampoco es tan sólido como parecía.
A Sánchez y a los suyos, incluida su familia, los
defenestrará el mismo que los ha aupado.
Veremos si le dan el mismo trato que a Zapatero, o
si son más crueles que con él.
No sé qué gracia tendría Zapatero.
Pero Sánchez está claro que no tiene ninguna.
Y un trasto inútil total, no se tira ni a la basura de casa para ser reciclado.
Se arroja al contenedor del callejón.
Es un decir. Ya se me entiende.
No hay comentarios:
Publicar un comentario