A medida que aparecen en internet páginas católicas, que dicen defender – y parece que lo hacen – la ortodoxia de la Iglesia Católica, se multiplican las críticas contra aquellos curas que en su actuación se revelan heterodoxos e, incluso y en cierto modo, realmente heréticos.
El que los autores de esas páginas católicas puedan tener razón en cuanto a los hechos materiales que motivan sus críticas, creo que no justifica los ataques encarnizados y personales contra tales curas heterodoxos (por llamarles de alguna forma y entendernos). En algún caso concreto de página católica con alegoría ornitológica, incluso se enjuicia la fortaleza moral del Papa, como responsable último de que esos curas pululen a sus anchas en el ámbito de la Iglesia.
Creo que no son acertados tales juicios, porque Jesús nos dijo que no debíamos juzgar. Yo juzgo constantemente, es decir peco y reincido en el pecado, pero cuando me planteo en frío la cuestión, me arrepiento y procuro enmendarme. Por cierto, aprovecho de nuevo para pedir perdón a quien haya podido juzgar desde este sitio.
Pero las páginas católicas ortodoxas - afortunadamente cada vez más presentes en internet – no veo que se arrepientan de sus pecados ni que pidan perdón. Al contrario, machacan y remachacan a curas que entienden se apartan de la ortodoxia.
También creo que no se deben realizar esos juicios, porque son profundamente injustos. Con esto hago un juicio de valor tan aventurado, como el pensar que juzgar a los curas heterodoxos es justo, pero mi opinión es más caritativa. Me explico.
Los curas no son ni más ni menos frágiles que el resto de los humanos. Tienen a su favor la fuerza del Orden Sacerdotal, pero les pesa la soledad en el ministerio y – sólo en los realmente comprometidos con el prójimo – la realidad de dolor y miseria que rodea a una minoría, en un mundo rico y saciado.
El contacto continuo con el débil puede llevar asumir su dolor y, afectado por ese dolor impregnado en el alma a través de la membrana de la caridad, puede llevar al cura a ofrecer un consuelo inmediato, a veces incompatible con el verdadero consuelo cristiano. De manera que la raíz de la heterodoxia es un sentimiento bueno, pero mal canalizado, debido a la erosión que en el alma menos fuerte provoca la lucha constante y en primera línea, contra el dolor y la miseria.
Porque debemos recordar que el cura se encuentra sólo, no en cuanto a una relación de pareja que no será quizás la soledad más pesada, sino solo socialmente. El cura, hoy, está rodeado de soledad en sus ideas, en sus valores, incluso en su mera apariencia consecuencia esto de las otras soledades. Incluso se encuentra solo respecto a sus propios correligionarios, que desde la abundancia le miran con lupa y le critican cuando su actuación no es de libro.
Para colocarme en un extremo complicado y rotundo, indiscutible del mal hacer, recuerdo al cura que ayudaba a pagar abortos. Todo lo tiene en su contra, pues el crimen del aborto es despreciable, extremo de la miseria de quien daña al débil y, en este caso, además inocente. Pero es más, quizás la culpa es mayor que la del que realiza técnicamente el aborto, pues recordando los versos de Sor Juana Inés de la Cruz:
… ¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga,
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?...
Parece que todo lo tiene en contra ese cura tan poco cura. Pero, ¿se merece nuestro juicio? Sí la catequesis de un mal hacer, la reprensión por su pecado, nunca el juicio contra su persona.
Porque ese cura puede haber acabado en su error tras años de vivir la desesperación y el dolor de personas simples y desorientadas. Probablemente, al principio de su ejercicio, no se le ocurriría recurrir a ofrecer el falso consuelo de decir; “mujer, no sufras por el dinero que ese no será tu problema”. Pero la presión de la soledad, el anegamiento por el dolor ajeno en un alma generosa pero poco sólida, puede llevar a la desesperación de pretender apagar el fuego con gasolina. Y eso puede ser torpeza, ceguera, locura,… pero nunca maldad.
No sé cual era la motivación del cura que pagaba abortos. Sé que la noticia me escandalizó en un primer momento. He dejado claro en este blog cual es mi postura frente al aborto,… y frente a muchas cosas. Pero hoy, en frío, me arrepiento de haber juzgado a aquel cura. Le perdono el pecado de escandalizarme y lo tengo presente con sentimiento de cariño esperando que el Espíritu Santo le aclare la mente. Por lo que se refiere a la justicia en la tierra, es cuestión de la Iglesia, pues hoy el aborto es una cuestión de Dios, no del césar, que ya lo tiene legalizado.
A veces pienso que el gran problema de la Iglesia no son esos casos escasos de heterodoxia y mal hacer de algunos de sus ministros, sino el exceso de católicos que desde la comodidad de una vida desahogada, carga con demasiadas obligaciones las espaldas de su prójimo y, encima, juzga su reacción frente a esas cargas. En tiempo de Jesús era esta una crítica que Él hacía a los fariseos, que entonces eran relativamente pocos – eso sí, ortodoxos y acomodados - pero que en dos mil años parece que han proliferado hasta el exceso.