El otro día jugaban en Madrid, el Barcelona FC y el Real Madrid. Por la noche, al finalizar el partido que ganó el Barcelona, me encontraba recorriendo la ciudad Condal buscando una farmacia (hasta cinco tuve que visitar para encontrar lo que buscaba, algo común pero no comercial, lo que pone en evidencia que el negocio farmacéutico que justifica su oligopolio en el servicio, no es más que otro tinglado económico del régimen).
A lo que iba. Buscando farmacias por toda Barcelona vi el ambiente del fin del partido; una euforia indescriptible. Aunque relativamente pocos, demasiados ciudadanos gritaban exaltados de alegría las virtudes del Barcelona FC y, de paso, de la patria Cataluña, de la raza catalana… y naturalmente, la abyección de los españoles, de los castellanos opresores… Gritaban los “culés” subidos en los coches aparcados – coches de otros, claro - y los conductores hacían sonar las bocinas de sus coches para que los bebés, ancianos, enfermos, insomnes,… supieran que había ganado el Barcelona FC, que se había dado un nuevo paso para la independencia de Cataluña.
Clase media, jóvenes, algunos pijos. Muchos expresándose en español. Creo que se llama síndrome de Estocolmo.
Para esos catalanes de primera y de segunda, demasiados, ya no había crisis en Cataluña. Un equipo de mercenarios pagados con dinero español por una junta directiva catalana, había ganado a otro equipo de mercenarios pagado con dinero español por una junta directiva madrileña. El partido lo habían visto pagando el canon de una televisión adicta al régimen. Pan y circo.
Pero en Roma el pan y el circo eran gratis, eran el precio de la docilidad de los gobernados. En la Cataluña de hoy, esos ciudadanos pagan el pan y el circo. Son dóciles y encima pagan. Y es que cuando el súbdito es idiota, gobernar es una gozada.