lunes, 4 de mayo de 2009

Mariam.II.

“Otro aspecto importante, por lo discutido, sobre la virginidad de María, es el que se refiere a si tuvo más hijos, es decir, si Jesús tenía hermanos. Para no alargar estas líneas, entraré en ello otro día.”

Así acababa el artículo Mariam. I, que publiqué en este blog el pasado 16 de febrero. Si el lector siguió mi consejo, habrá consultado la página web que citaba y estará al día de argumentos, creo que sólidos, para justificar la unigenitura de Jesús. Si no lo ha hecho, es que no le interesa el tema lo suficiente.

Me centraré aquí en el argumento básico para negar el hecho de que Jesús fue hijo único; la Biblia cita en diversos lugares, de forma clara, el término “hermano” y “hermanas” para referirse a parientes de Jesús.

A ello la Iglesia Católica opone el argumento de que en el idioma arameo no existía el término “primo” y cuando en esa lengua se hacía alusión a ese parentesco, se utilizaba el único término que conocía, el de “hermano”. Así, la Biblia se refiere a primos de Jesús, no a hermanos en el sentido que hoy conocemos.

Lo opositores, dicen que la Biblia se tradujo al griego, y en griego sí existe la acepción de “primo”, por lo que si hubieran sido primos de Jesús, en el Nuevo Testamento aparecería el término “primo”, que sí disponía la lengua griega. Si al traducir al griego se mantiene “hermano”, es porque realmente eran hermanos y hermanas de Jesús.

Así está el terrado. Cualquiera que rumie un poco sobre el asunto se planteará ¿qué más da que fueran primos o hermanos? La Tradición de la Iglesia Católica ha considerado durante siglos que Jesús fue hijo único. Y si se cree que Jesús es Dios y que resucitó de entre los muertos, ¿no es una discusión peregrina e incluso mal intencionada, plantearse esa Tradición milenaria, por una cuestión semántica que siempre tuvo un mismo sentido?

Porque no me cabe duda de que el “hermano” del arameo es el “hermano” del griego, a la vista del entorno cultural de cómo se realizó esa traducción.

Si bien la mayor parte del Nuevo Testamento está escrito en griego para que fuera entendido por los cada vez más judíos que se iban helenizando (el arameo se estaba perdiendo) y por los no judíos, los que escribían lo hacían desde una construcción mental judía, desde la cultura judía, y utilizaban el griego para plasmar su cultura, no para alterarla. Hasta tal punto era así, que el griego utilizado por los judíos de Palestina no era el griego de la metrópoli, sino un griego conformado por su peculiar cultura. En términos modernos y guardando las distancias, podríamos decir que sería algo así como el spanglish que hablan los hispano parlantes que viven en Estados Unidos, aunque en nuestro caso más referido al contenido conceptual que a la mera estructura de la lengua.

Si un judío quiso decir en griego – lengua que utilizaba por necesidad y que no le simpatizaba - que Jesús tenía parientes muy allegados (refiriéndose a primos), en ningún caso dejaría de utilizar el término “hermano”, que tanto contenido tenía en arameo, para sustituirlo por el de “primo” del lenguaje gentil, matización superflua y sin contenido en la cultura judía y que más parecía una mera concreción burocrática de las poco cohesionadas familias griegas.

Hablando sobre este tema, un querido misionero claretiano me comentaba que en Guinea Ecuatorial los grupos familiares están muy cohesionados y cuando a un niño le preguntas cuántos hermanos tiene, ha de contarlos, y cuenta o señala a todos los niños del grupo tribal, pues su concepto de grupo no distingue entre hermano carnal, primo hermano o primo segundo. Al contrario, si se le intentan explicar esos matices no entiende; todos los niños del grupo son sus hermanos. Son sus hermanos, lo explique en español a quien le pregunta o lo explique en francés. El español y el francés utilizan “primo”, pero el interpelado dirá “hermanos”. Porque esa es su cultura.

La sólida sociedad judía, organizada en grupos muy cohesionados, no utilizaría un término inapropiado para lo que tenían tan claro. De hecho, esa impermeabilidad a los aspectos culturales externos que pueden perjudicar su esencia cultural, es lo que ha hecho sobrevivir al pueblo judío hasta hoy y quizás también lo que le ha hecho tan odiado – por envidiado - por tantos.

En definitiva, dos milenios de una Tradición inequívoca sobre Jesús como hijo único, no se pueden ver alterados por la esquizofrenia de quien busca la diferencia en una cuestión de matiz. Enfrentar a la Tradición de la Iglesia y a la cultura de un pueblo, una traducción literal y fuera de contexto, es tontería, cuando no mala fe.