Escribo esto cerca de las dos de la madrugada del día de reflexión. He aguantado lo de la Puerta del Sol para constatar lo que ya sabía, lo que sabíamos todos los que tenemos ojos en la cara; este gobierno no sirve para nada bueno, ni por descontado para hacer cumplir las leyes.
Esos altisonantes tribunales españoles, con jueces sesudos y serios, tampoco sirven para nada; sus resoluciones son papel mojado.
Esa policía que chulea por las calles, queriendo emular a los policías americanos de las películas, tampoco sirve para nada; solo actúa cuando tiene impunidad y todas las de ganar.
Esa ciudadanía minoritaria que se echa a la calle ciscándose en la legalidad que respetan millones de españoles, no sirve para nada; porque nunca ha sido un delincuente, modelo de nada bueno.
Falta ver para lo que sirve, esa ciudadanía que se ha quedado en sus casas. Eso lo sabremos en dos capítulos, uno el domingo y otro en las elecciones generales; si esa izquierda retrógrada que conocemos, en todo su arco parlamentario actual, no desaparece del mapa político español, porque la gente que se ha quedado en sus casas no los envía a la porra con sus votos, tampoco esa gente valdrá para nada.
No soy optimista.