engo
una amiga, Ana, que está infelizmente casada con un fulano que no sé si es
tonto o bobo. A los pingüinos los españoles les llamaron “pájaros bobos”, porque
cuando los cazaban no huían; no conocían al hombre y no sabían como reaccionar
frente a algo que no entendían. El marido de Ana debe ser bobo, porque aunque durante
años Ana no ha dejado de incumplir todas las cláusulas de su
contrato matrimonial, él sigue a su
lado.
Ahora
Ana me dice con aparente pesar que su marido la deja, aunque veo en sus ojos un
chispazo de “por fin”. Pero la galería es la galería y Ana debe quedar como
víctima en su círculo.
Entiendo la actitud de mi amiga por no activar esa separación; ha vivido durante años a su capricho con un marido que se lo ha perdonado todo, ¿Por amor? No creo, aunque quizás también, ¿Por coherencia? Es lo más probable. También entiendo el interés de mi amiga Ana de quedar como víctima en la contienda, porque Ana y su entorno son de moral victoriana, en la que las apariencias rigen.
Admiro la perseverancia de Ana, de trabajar durante años en demoler la esperanza de su pareja para provocar ese final.
Entiendo la actitud de mi amiga por no activar esa separación; ha vivido durante años a su capricho con un marido que se lo ha perdonado todo, ¿Por amor? No creo, aunque quizás también, ¿Por coherencia? Es lo más probable. También entiendo el interés de mi amiga Ana de quedar como víctima en la contienda, porque Ana y su entorno son de moral victoriana, en la que las apariencias rigen.
Admiro la perseverancia de Ana, de trabajar durante años en demoler la esperanza de su pareja para provocar ese final.
Lo
que le diría a Ana - y no le digo para no perder su frágil amistad - es que me parece que ha sido un poco cruel con
su hombre, que le ha perdonado tantos
incumplimientos del contrato.
Ana
queda económicamente bien situada porque su marido ha cuidado ese aspecto. Yo,
de Ana habría dejado a mi marido en cuanto hubiera visto que no le quería. Pero
yo soy un emprendedor y a Ana no le gusta el esfuerzo. Lo entiendo, pues
habiendo tantas miserias en el mundo, si la vida te ofrece una buena
oportunidad, ¿porqué rechazarla?
De
este embrollo lo entiendo todo, pero me quedan tres dudas. Una es, ¿el marido
Ana ¿es tan imbécil y calzonazos como parece? Otra, es que tengo otra amiga,
Berta, un trozo de pan solitario, que se daría con un canto en los dientes
porque la quisieran y respetaran. Estaría encantada de conocer un imbécil de
esa estirpe, ¿debo, por caridad, hacer por presentárselo?
Mi tercera
duda es; ¿es consciente mi amiga Ana de la empírica existencia de eso que los “progres”
llaman “karma”, que es el equivalente a la “Providencia” cristiana, pero
que pasa sus facturas a corto plazo, en lugar de esperar a la cierta muerte y a
la discutida resurrección?
Mi
amiga Ana no es una niña, por lo que debe tener conciencia del bien y del mal y
habrá oído eso del “karma”. Ana debe ser más práctica que buena.
Respecto
a su marido que al fin la despacha, indica que no estaba en la higuera, sino
que es resistente. Y la resistencia es heroica cuando el motivo es noble. El
heroísmo es lo más lejano a la imbecilidad, lo que ocurre es que es tan raro en
nuestro entorno, que no lo sabemos ni distinguir.
No
voy ha meterme en ese lío. Ana ya es mayorcita y su hombre no es de mi
incumbencia. Cada mochuelo a su olivo. Esa será sin duda la mejor solución. Y
si no debe de ser así, ya hará Tutatis, que antes el cielo caiga sobre sus
cabezas.
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