To er mundo e
güeno.
Es esta una bobada muy extendida.
Ni todo el mundo es bueno, ni todo el mundo es malo,
ni todo el mundo es regular.
Si se editara un diccionario de tópicos cáusticos,
se debería empezar con páginas especiales dedicadas a la Revolución Francesa,
escuela de genocidios y cuna de disparates.
Y a sus prolegómenos y secuelas.
No hay nada peor que un francés ilustrado o un
inglés desilustrado de sus orígenes.
Pero lo cierto es que, si se puede encontrar de todo
en una sociedad contextualizada, es muy difícil encontrar algo bueno en una
sociedad descontextualizada.
La burricie de un musulmán se ve compensada con la
burricie de otro musulmán en una sociedad musulmana.
Lo mismo podemos decir de un bebedor de vodka en una
sociedad rusa o de un bebedor de vino en una sociedad española.
Pero si mezclamos la violencia de un yihadista musulmán
con la violencia de un seguidor del Betis español, dejan dejar encajar las
cosas.
Lo mismo ocurre sin mezclas un bebedor de vodka con
un bebedor de vino.
De ahí los rotundo del refrán español, cada uno
en su casa y Dios en la de todos.
Hasta que todo el mundo hable esperanto, ese idioma
universal que no habla nadie, es tontería y demagogia, cuando no maldad,
pretender que todos podemos meternos en el mismo saco así, a lo bestia.
Las fronteras no son un capricho de alguien, salvo deshonrosas
excepciones, sino que son límites marcados por una evolución de comunidades
humanas.
Dentro de cada país hay una comunidad con unas
costumbres y una cultura y si uno quiere integrarse en esa comunidad, debe
hacer lo posible por adaptarse a los modos y costumbres de los que la han
creado.
Oigo por ahí detrás que alguien dice; els catalans
som una nació.
¡Vamos señores que estamos hablando en serio!
Por eso hay que respetar las fronteras y trabajar
desde cada país para que, sin extrañas mezcolanzas que no traen nada bueno, se
pueda ir elevando el nivel de todas las sociedades, sin meter palos en las
ruedas, que es lo que hace la inmigración ilegal.
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