viernes, 8 de diciembre de 2023

El mal cristiano.

 

No, no es una fábula ni el título de un cuento.

Es un dato autobiográfico.

Soy un indigno cristiano.

Así como suena, un cristiano que no merece serlo.

Un mal cristiano en la forma, pero un documentado cristiano en el fondo, porque desde pequeño me he instruido a conciencia en el conocimiento del cristianismo.

Uno de mis grandes males es la coherencia.

Veo el mundo desde la perspectiva cristiana.

Hoy quiero dar un repaso a lo que veo y no entiendo de los cristianos que me rodean y que sin duda serán mejores cristianos que yo.

Para no alargarme, me ceñiré a cuatro cosas elementales, relacionadas con el mundo cristiano y concretamente con el católico.

Arrodillarse durante la misa.

Veo que es normal que, a la hora de la consagración, la gente esté de pie y no de rodillas.

Esa gente, si fuera a una recepción del presidente del gobierno, el felón Sánchez, probablemente no dudaría en hacer una inclinación de cabeza al saludarle y si fuera una recepción del inane Felipe VI, probablemente incluso haría una genuflexión.

Sin embargo, en el momento en el que Dios está transformándose en pan y en vino para acompañar al cutre humano, el que se dice católico, está de pie como si estuviera esperando al autobús.

Algunos se arrodillan, pero la mayoría no.

Ya de adulto, he sido monaguillo en alguna ocasión, cuando el cura de mi pueblo no tenía quien le asistiese durante la celebración.

Sin embargo, nunca he tocado un cáliz.

Cuando no tenía más remedio que cogerlo, lo hacía sujetándolo sobre el velo, de forma que mis manos no lo tocaran directamente.

No me creía digno de tocar el vaso en el que había reposado el cuerpo de Cristo.

Cuando un cura me da la mano se la beso, a veces con dificultad pues intenta evitarlo.

El descerebrado que así obra, no entiende que no beso su mano si no una mano consagrada a Dios.

El cura como persona no me dice nada, al contrario, me cae antipático porque demasiados curas me han escandalizado con su conducta.

Pero el cura como persona consagrada si me dice algo y supero mi animadversión hacia él.

Veo que cuando la gente comulga, recibe la forma en la mano.

Me sorprende que esa presunta élite de católicos que comulgan, lo hagan de pie y en la mano, tocando con sus miserables manos el cuerpo de Dios.

Soy de poco comulgar, pero cuando lo hago, siempre de rodillas y en la boca y una vez que tengo el cuerpo de Cristo, no ceso de pedirle perdón por tan miserable habitación, después de haber reconocido que no soy digno de que entre en mi casa.

Francamente no entiendo ese rasgo de soberbia de los que reciben la forma en la mano.

¿Verdaderamente se ven dignos de tocar el cuerpo de Cristo?

¿O realmente no creen que ese sea el cuerpo de Cristo?

No soy más que un indigno cristiano.

Pero un indigno cristiano coherente y de ahí surgen mis problemas.

De la coherencia.

Como Astérix, no entiendo a estos romanos.



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