Cada día, procuro reducir el mucho mal que hay en mí
y ampliar lo poco bueno que tengo.
Espero con ello, equilibrar la balanza de mi vida, para cuando tenga que dar el paso a lo desconocido.
Es una práctica que deberíamos realizar todos, pues
el espíritu no sigue las reglas del espacio y del tiempo y perdura a nuestra
materia.
Es incierto lo que vendrá después, pero nunca estorba
estar preparado para lo que todas las civilizaciones de nuestro género han
sospechado que hay.
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