Hace semanas que oigo o veo aquí y allá, qué
periodistas, opinadores, comentaristas, y demás gentes de mal vivir, no paran de
comentar la gran posibilidad de que tengamos a corto o medio plazo una guerra
en Europa.
Sería una guerra mundial en la que no dejan muy claro
si China estaría implicada o no.
Me mosquea la unidad e insistencia en esa opinión, de gente tan domesticada.
Y es tal el consenso, que creo que es un telón para
ocultar alguna realidad dura que nos acecha y que no es una guerra.
Porque en una guerra mueren los pobres, pero se
destruyen indiscriminadamente los bloques de pisos o las casonas en
urbanizaciones de postín.
No, a las personas poderosas siempre la guerra les pilla
en otro lado.
Y no es que les importe que les destruyan un
casoplón, sino que les incomoda vivir entre ruinas.
Que eso pase en el tercer mundo no tiene importancia
para ellos.
Pero que pase en su barrio es muy incómodo.
Las cosas malas que pasan hoy en el primer mundo,
son cosas malas quirúrgicas, dirigidas expresamente a lo que va quedando de la
clase media, que son los trabajadores mileuristas y similares.
Porque para que los políticos puedan hacer mordidas,
deben tener a quien morder.
¿Cómo podrían haber hecho sus pirámides los
faraones, si no hubieran tenido una gran masa de población suficientemente
alienada y bien alimentada como para construirlas?
La nueva guerra mundial que ha diseñado la progresía,
creo que es algo que tiene más de mundial que de guerra convencional.
Al tiempo.
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