A estas alturas todos saben de qué se trata; Barceló pinta un techo en Palacio de las Naciones en Ginebra, por 20 millones de euros (más de tres mil millones de pesetas), de los que 6 millones de euros (cerca de mil millones de pesetas), son los honorarios del joven artista, a los que se debe añadir el alquiler de la vivienda del “genio” (unos 10.000 euros al mes) y los honorarios del cocinero francés contratado especialmente para él. El techo, un conjunto de estalactitas policromadas a manguerazos de pintura – calificado por los progres como la nueva “Capilla Sixtina del siglo XXI” -, se está cayendo al poco de inaugurarlo. Los fondos utilizados por España para este proyecto - en plena crisis económica y con casi tres millones de españoles en paro - tenían una parte destinada originalmente a ayuda al desarrollo en el tercer mundo. La ONU intenta ocultar el fiasco del techo que se cae y en España el ministro socialista de Cultura justifica el derrumbe.
¿A que les suena esta historia? A mí me suena a la España de hoy. La historia del techo de Barceló es una maqueta de la España de Zapatero. Veamos.
Un joven político (como Barceló es un joven artista), se empeña, sin experiencia ni conocimientos, en el proyecto que le va grande de dirigir España (Barceló, un artista bisoño que evidentemente desconoce incluso la técnica, a la vista de los resultados, se empeña en un proyecto que ha quedado evidenciado le va grande). Salva a Zapatero su utilidad a los poderes fácticos (salva a Barceló, su amistad con Zapatero y su entorno).
Zapatero se enzarza en gastos desmesurados e improductivos (vestir “guapas” a las “militaras”, crear ministerios inútiles, financiar a través de las Autonomías embajadillas en otros países y fomentar el racismo separatista,…), como es desmesurado e improductivo el gasto en el techo ginebrino. Todos esos gastos de Zapatero tienen un denominador común; hacen millonarios a sus amigos (el gasto en el techo ha hecho millonario a Barceló, amigo de Zapatero).
Con estos prolegómenos, no podía ser menos que Zapatero fracasase en su proyecto de dirigir España, que es hoy la última nación de occidente en cultura y economía, y la primera en corrupción y aborto, salvo que esos fueran los objetivos de los poderes fácticos que le amparan y sostienen (el techo de Barceló se está desmoronando).
Frente a la situación de caos, Zapatero y los suyos intentan ocultar la realidad de España. Primero negando la evidencia, luego atenuándola, luego creando falsas expectativas de futuro y, en última instancia, echando la culpa a Bush y a Franco (la ONU intenta ocultar la situación colocando planchas de madera en las puertas de cristal que dan a la sala dónde el techo se está cayendo, prohibiendo entrar en ella a la prensa y silenciando la situación). En un extremo de decadencia intelectual y moral, el ministro español de Cultura socialista justifica el fracaso del techo calificando a Barceló como "el Miró de nuestro tiempo" - nunca me ha gustado la pintura de Miró - y sentenciando que "nada es gratuito, y el mundo de la cultura tampoco" por lo que su arte "cuesta dinero".
Mientras, como no cabía otra cosa con semejantes mimbres, la realidad es contumaz; la España de Zapatero y el techo de Barceló, se desmoronan.