El tiempo que uno pierde viendo la televisión, es un indicativo de su grado de sumisión al poder. Por lo que a mi respecta, hace años que la veía en momentos de relajación. Luego me limité a las películas que me interesaban. Hoy utilizo la televisión para ver videos y para, cuando puedo, disfrutar de series clásicas – normalmente norteamericanas - que, por economía en las televisiones locales de poca audiencia y para mi gozo, son relativamente frecuentes.
La producción de series en la televisión española es monotemática; sexo, con especial atención a sus fórmulas más retorcidas. Dejé de ver producciones españolas, en cine, series o teatro, no ya sólo porque me causa repulsión intelectual la exclusiva clave de sexo en la inmensa mayoría de sus argumentos, sino porque esos argumentos no son siquiera originales, sino que evidentemente reproducen la vacía, fácil y depravada vida de una buena parte del mundillo de la farándula y de los políticos que la alientan. Sólo así se puede interpretar la poca originalidad y monotemática de argumentos basados en personajillos de un mundo endogámico, dados a la droga de moda y obsesionados por el sexo.
El sexo, sin más, es en el ser humano es una actividad alienante (“proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición”, del Diccionario de Lengua Española). No lo es en el mundo de los irracionales porque la naturaleza se encarga de regularlo. Durante la actividad sexual, el animal deja todo de lado, incluso su seguridad, para dedicarse a la reproducción. El animal, satisfaciendo su instinto sexual o atendiendo a su reclamo, está indefenso y es fácil de sorprender y cazar. Es ese uno de los motivos por el que la naturaleza regula esta actividad con celo, en su doble sentido.
Así como la propia naturaleza regula la actividad sexual del irracional, en el caso del hombre, único ser creado libre, es él mismo quien debe regular esta actividad desde la recta razón, para evitar alienarse y quedar indefenso, derrotado, y alejado de su condición. No controlar la actividad sexual en su medida y en su función, lleva al hombre a colocarse al nivel de los seres irracionales, con un inconveniente importante sobre ellos, cual es el perder incluso la referencia de lo natural alterado por una razón adulterada por falta de libertad.
No estamos hablando de una norma terapéutica para mantenernos en forma, ni de un ejercicio de práctica de nuestra voluntad. No, hablamos de mantenernos en la dignidad de personas. La templanza no es algo que se dicte necesariamente desde la fe religiosa, sino que afecta a todos los hombres, desde el principio, aunque bien es cierto que la fe religiosa ayuda y da sentido a la ley natural.
Por su naturaleza de instinto, es sexo es una trampa fácil, elemental. Por eso el gobierno más torpe y rudimentario es capaz de utilizar el sexo para mantener a la población en estado de “celo” permanente y, consecuentemente, dócil e inerme. España es hoy un paradigma de represión del pueblo a través del sexo, lo que explica la pasividad de una mayoría de la población frente a políticas aberrantes y criminales y la impunidad de los políticos en la torpe mentira y en la corrupción como normas de vida.
Aliento a romper las cadenas con la televisión procaz, en su forma o en su fondo. No es tarea fácil – especialmente para aquellas personas que carecen de la fuerza de la fe en Dios -, pero es tarea imprescindible en el camino de alcanzar la Verdad y, con ella, la libertad.