Zenón de Elea planteó una paradoja sobre granos de arena. Concretamente se planteó cuántos granos de arena eran un montón de granos de arena. Mil granos de arena pueden formar un montón. Y cien. ¿Y cinco? ¿Y dos? Podemos perder tiempo planteándonos el problema, pero acabaremos las elucubraciones si nos planteamos las cosas como son; un grano de arena no puede formar un montón de granos de arena. Dos, quizás, según los coloquemos, mil forman un montón.
Los abortistas plantean la vida como una forma de esa paradoja; se puede abortar mientras que el feto no es persona. Si entramos en ese juego, ya sólo queda ver cuándo empieza a ser persona. Los más “listos” lo tienen claro; aborto libre. Es decir, el niño es persona cuando eclosiona. Los más “moralistas” se plantean el momento en que el niño empieza a ser persona; a las 22 semanas, a las 24, a las 12 horas de segundo día de la semana 26…
Pretender que el niño nace como persona cuando la madre pare, es un insulto a la inteligencia y a la sensibilidad. A la persona que así opina hay que tantearla para ver si sabe lo que dice. Y si lo sabe, hay que alejarse de ella, porque ha desarrollado un instinto criminal que la hace peligrosa. Cualquiera sabe que el momento del parto puede oscilar de bastante antes a algo después en relación a los 9 meses establecidos como norma… ¿puede condicionar la supervivencia del niño el hecho físico de abandonar a la madre? Aunque repugne al lector el planteamiento, no está de más que rumie esa postura viendo la sinrazón de esa razón.
Plantear la condición de persona al desarrollo de unas facultades dentro del seno materno, plantea un camino muy inseguro. Porque no todos tenemos las mismas facultades, ni igualmente desarrolladas. Incluso los hay que no tienen casi nada o nada desarrolladas facultades fundamentales físicas o psíquicas. ¿Qué nos impide acabar con esas personas, una vez abierto el camino del aborto funcional? De hecho la palabra eugenesia suena mejor una vez asimiladas las de “aborto” y “eutanasia”. Y una vez asimiladas las tres, ¿por qué limitarse a las taras físicas o psicológicas, cuando tanto perjuicio causan al poder, determinadas posturas intelectuales o ideológicas?
No piense el lector que exagero. Hace unos años era impensable plantearnos el aborto como lo conocemos hoy. Y hace menos ni concebíamos la eutanasia. Ambas son realidades en la España de hoy. Es muy probable que en esta legislatura veamos el aborto sin límites y una eutanasia endulzada con mil remilgos terminológicos. El resto lo presumo a medio plazo. Quizás menos.
A la evidencia absurda de determinar el momento de ese presunto tránsito de no-persona a persona, debe sumarse el absurdo lógico que plantea ese tránsito. En el momento de la fecundación, se encuentran ya en la nueva célula todos los elementos que forman la persona. Si no fuera así, luego no habría persona. Porque en el seno materno el nuevo ser ya sólo recibe alimento; es humano desde el principio, con todos los requisitos de persona, sin que le falte ninguno puesto que una vez formado no se le aporta nada nuevo que no sea alimento. Y nace lo que ha sido feto, sin mayor aporte en el parto. Y crece igual, desarrollando facultades, sin más aporte que el alimento. De otra forma, sería como prender que un niño es menos persona que un adulto. De hecho así se pensaba antes de la aparición del cristianismo. ¿No resulta paradójico denominar “progresista” a una teoría que retrocede dos mil años en el concepto de ser humano?
Muy pocas especies animales destruyen a sus propios cachorros. De hecho la naturaleza ha diseñado las caritas de las crías de forma que inhiban la violencia de sus progenitores. En algunos animales, como en los leones, cuando los machos pasan a dominar el grupo, matan las camadas de otros machos para asegurar su herencia genética. Pero incluso eso son rarezas en los animales superiores. No conozco ninguna especie animal que aborte por ningún concepto, y menos por mero capricho o comodidad.
El aborto intencionado es antinatural. Utilizar la capacidad del hombre para destruir vida humana es una aberración antinatural que degrada a quien lo hace a una condición inferior a la del animal irracional. Es lamentable que alguien pueda actuar así. Pero que obre de esa manera un gobierno y divulgue como buena esa capacidad criminal, es una tragedia. A medio plazo la misma acción lleva su castigo pues la naturaleza no discrimina ideologías. Pero es irresponsable esperar a que la naturaleza castigue a todos por la miseria de unos pocos y por la inconsciente desidia de otros muchos.
Si a alguien le queda todavía alguna duda respecto a los plazos para abortar, que se repase la paradoja de Zenón y su conclusión indudable; antes de la unión del espermatozoide y del óvulo, no hay vida humana. Después sí. Esa es la barrera.
Publicado en aragonliberal.es, el 1 de mayo de 2008