Una persona próxima me ha dicho que mis artículos son largos. Aunque “largo” es algo relativo pues depende de otro elemento para comparar, entiendo lo que me dice y creo que tiene razón.
Hace un tiempo, una prestigiosa página “web” me daba unas recomendaciones para publicar. En resumen, pedía artículos cortos, párrafos de pocas líneas, lenguaje muy sencillo… les faltaba pedirme “ideas convencionales”. La intención de los editores era hacer los textos adecuados a los lectores de hoy.
Hace poco, un querido sacerdote misionero me pedía la dirección de mi “blog” para remitir a su lectura a unas personas agnósticas que querían plantearse preguntas sobre Dios (las preguntas que todos nos hacemos, que en mi caso me planteo por escrito). El único problema que encontraba el misionero era también que mis artículos resultaban largos “y a los jóvenes no les gusta leer”.
Los argumentos son contundentes. Reconozco que algunos de mis artículos, son largos. Pero me pregunto, ¿no han de serlo?, ¿es malo que sean largos?
Efectivamente hoy se lee poco. La radio tiene su público, pero lo que priva es la televisión. Con la simplificación de los mensajes, los cerebros se van volviendo simples al no tener que elaborar ideas. Y un cerebro simple es más manipulable que uno acostumbrado a pensar. En esta situación ya no son importantes las ideas, lo importante es el poder de manejar los medios que difunden esas ideas.
No quiero participar en esa línea de bajar el nivel para “llegar” al público. Cuando tengo algo que decir, lo escribo. Si está dicho rápido, queda un texto corto. Si preciso de más, queda largo. Si de mucho más, sale un libro. Mi nivel es el que sea. Si lo que escribo le llama la atención a alguien, le entretiene o le ayuda a pensar, que se esfuerce en leerme. Por lo que a mí respecta, no paro de pensar, leer y escuchar, para ver si se me pega algo de lo mucho que tengo que aprender.
Si todos actuásemos así, nuestros gobernantes no podrían decir hoy una cosa y mañana la contraria, sabiendo que eso no influirá en su próxima elección. Un mundo mejor empieza por mejorarnos a nosotros mismos y la superación empieza siempre de dentro a fuera.