Quiero hacer unas reflexiones sobre internet, los medios de comunicación y los que escribimos en ellos.
En algún lugar leí que nuestra época ofrecerá un gran vacío a los historiadores del futuro, pues una parte cada vez mayor de nuestros documentos se editan sólo en soporte intangible, por lo que no dejan huella. Efectivamente, esto que está usted leyendo, amable lector, no es más que una nube en un cielo ventoso; dentro de nada habrá desaparecido.
A pesar de ello, creo que eso del vacío es una opinión exagerada, pues hoy todavía se edita mucho, lo suficiente, en soporte físico. Sí, es cierto que estas líneas y cientos de millones de ellas, son un brindis al sol.
Usted me dirá: “Los mejores artículos, dejan una huella en el lector” No estoy de acuerdo. La minoría de ciudadanos que hoy leen, están tan saturados de lectura que no son capaces de recordar lo que leyeron ayer o incluso hace un rato. La mecánica de la lectura, para asimilar los contenidos, necesita reflexión y de eso está el mundo pobre, pues la reflexión precisa tiempo y voluntad, ambos recursos escasísimos para la mayoría.
Me podrá decir también el lector: “Por lo menos, los artículos sirven a su autor”. Tampoco, salvo a los autores que escriben por cobrar, a los que no me refiero aquí. Cuando uno tiene un pronto y lo escribe, la fuerza se le va por la pluma y ahí queda todo. El escritor que sólo escribe en digital no hace hoy casi nada por la sociedad, pues su acción es puntual y además actúa contra él como válvula de escape, apaciguando su fuerza. Igual que en una determinada época histórica que las precisó, había órdenes de “monjes guerreros”, hoy deberíamos crear órdenes de “escritores guerreros”.
Además, es tantísima la oferta de lectura en internet y tantos los medios distintos que la ofrecen, que probablemente cada artículo lo lean un número insignificante de lectores, salvo los de plumas famosas en medios muy conocidos, en lo limitado del tiempo que unos y otros lo son. Es muy difícil crear opinión desde el efímero desahogo de la opinión digital, sin más. Y no me sirve el ejemplo de las gotas de agua que forman el océano… las palabras en internet no son tangibles, por lo que sólo pueden crear un océano de nada.
El lector que haya llegado hasta aquí, me preguntará: “¿Y para qué escribe usted”? Le seré sincero, para nada… con matices.
Una persona querida responsable de una biblioteca, me dijo una vez que le ofrecí, escéptico, un libro a mi parecer insulso: “Lo guardaremos porque nunca se sabe si un día a alguien le podrá hacer provecho”. Yo escribo por si a alguien le pueden ser de provecho mis precarias opiniones. Procuro alargar mi oferta en el tiempo, dejándola agonizar en un “blog”. Con todo sé que el cruce de los caminos de ese alguien y de mis escritos es tan del instante, tan imposible, que si se da, será sólo achacable a la Providencia. Por eso siempre que tengo algo que decir lo escribo, aunque sé que en el mundo digital las palabras se multiplican por cero.