sábado, 31 de mayo de 2008

Hay mucha gente buena

Leyendo el artículo “Hay mucha gente buena” de un sacerdote misionero, leí una frase que aparecía resaltada; “Lo peor que le puede suceder a un católico es saturarse de sacramentos y de oración, pero no establecer un pacto de amor con su Señor”. Este pensamiento me hizo reflexionar sobre algo que he meditado mucho durante mi vida y de lo que nunca hasta hoy he escrito, por la natural prudencia de huir del juicio hacia un comportamiento ajeno tan íntimo.

Siempre me han llamado la atención las personas rezonas. Me ha llamado la atención el ver que son rezonas, pues todas las personas normales en algún momento de su vida hablan con Dios, rezan, pero lo suelen hacer en la intimidad. Por eso me llaman la atención los rezones, en los que te fijas por verlos siempre rezando o diciendo que lo hacen a menudo. Esas personas deberían recordar las palabras de Jesús: “… cuando hubieres de orar, entra en tu aposento y, cerrada la puerta, ora en secreto a tu Padre” (Mt 6, 6). Esto no elude la oración en común: “… si dos de vosotros se unieren… para pedir algo, sea lo que fuere, les será otorgado por mi Padre que está en los cielos. Porque dónde dos o tres se hallan congregados en mi nombre, allí me hallo yo en medio de ellos…” (Mt 19, 20). Sin embargo aún en público, está clara la actitud que debe tener el cristiano en lo relativo a la “escenificación” de la oración.

A la atención que me despiertan los rezones, se suma el desconcierto que me provocan al ver que no son lo que se espera por su actitud. Ese desconcierto nos lo provocan a muchos los que alardean de personas religiosas y buenas. A algunos incluso ese desconcierto provoca escándalo. De hecho muchas personas de buena fe que atacan a los católicos, por situarnos en la España de hoy, lo hacen movidos por el escándalo de ver a personas que se llaman católicas y van por la vida aparentando la quintaesencia de la bondad, cuando son en realidad verdaderos egocéntricos soberbios; por poner un ejemplo, en una ocasión un interlocutor beatísimo casi entró en cólera por osar contradecirle sobre si el Padrenuestro acaba con la palabra “amén”.

Un asunto que se deriva de la actitud personal en la oración, es el provecho que pueda hacer esa oración en quien la practica. El sentido común nos dice que la oración que se realiza pendiente del “que dirán”, de demostrar “qué bueno soy” o como elemento de mera integración social, no es verdadera oración y no tiene ningún efecto bueno sobre quien la realiza. Jesús nos dice sobre ello: “…cuando oráis, no debéis de ser como los hipócritas, que de propósito se ponen a orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa…” (Mt 6, 5). Desde luego debe ser mejor eso que ocupar ese mismo tiempo en fastidiar al vecino, pero no debemos olvidar el mal ejemplo del que presume de cristiano y actúa como gentil.

Cuando vemos a alguien que no actúa en lo cotidiano con la virtud que quiere aparentar, no sólo nos alejamos de él, sino que paradójicamente nos alejamos de lo que dice representar. Muchas personas se alejan del cristianismo por el mal ejemplo de los cristianos. A veces no pensamos en la responsabilidad de nuestros actos, tanto hacia nosotros mismos como hacia los demás.

Publicado en aragonliberal.es el 30 de mayo de 2008