Suena hoy con alguna frecuencia, la opinión de lo oportuno y necesario que sería la aparición en España de un partido político católico. Este partido atraería el voto católico, que no tiene ya cabida ni esperanza en el PP, cada día más mimético con el PSOE y que, como este, ofrece nulas garantías para la defensa de los más elementales derechos humanos. La idea del partido católico es excelente técnicamente, pero creo que de muy difícil aplicación en España. Quiero justificar estas opiniones.
Que la idea es excelente técnicamente, no me cabe duda. El Evangelio es una norma atemporal, aplicable a cualquier aspecto de la vida, hasta los más cotidianos e insignificantes. Además, es una norma pacífica, humana y respetuosa con todos, ya que su fundamento es el amor. No me sirven las referencias a la Inquisición, a la Iglesia católica del Renacimiento italiano ni a la sociedad católica del gobierno del general Franco, torpes tópicos de la izquierda que de sobados brillan con textura grasienta. No es el momento de ocuparme de ellos.
Pero todo lo que de realizable tienen el Evangelio y el magisterio de la Iglesia, no lo tienen los católicos españoles.
Me tengo por observador objetivo. La prueba es que nadie me quiere cerca. Recuerdo una cita, creo que de Séneca, que venía a decir; al hombre honrado todos le dan palmaditas en la espalda, pero nadie lo quiere tener cerca. La leí hace años, en un libro católico, que nos orientaba a los adolescentes sobre los problemas de nuestra edad. Entre otras cosas, se me quedó esa frase.
Desde esa pretendida objetividad, veo que los católicos españoles están atomizados en cientos, quizás miles, modos de interpretar la vida, a veces irracionalmente irreconciliables, lo que me crea dudas sobre si los que adoptan esas actitudes son verdaderos católicos. Cuando el pasado día 19 del corriente escribía estas líneas, para reforzar la opinión me extendí en un largo listado de casos concretos vividos. Pero vi que entraba en la dinámica que critico y dejé el escrito en la fresquera para que madurase adecuadamente. Hoy retomo el argumento, me autocensuro y sólo me remito a dos alusiones generales pero ilustrativas; una, paséese el lector por algún “blog” católico y lea las intervenciones de los lectores a los artículos del “blog”… en asuntos como el otorgamiento de estatutos al Camino Neocatecumenal, el de la cadena de radio católica COPE o el de la Santa Misa de cara a de espalda a los fieles, para poner tres ejemplos recientes, sale a la superficie de la piel de los lectores una bilis que asusta. Y me refiero sólo a los intervinientes que se dicen o se aprecia que pueden ser católicos.
El otro asunto es la falta de respeto a la Santa Sede. Cada día se generalizan más las interpretaciones que se hacen, algunas claramente heréticas, de los Evangelios, así como el caso omiso de la doctrina de la Iglesia y de su magisterio. No entro en el clero, sino que me refiero a los medios y a personas que se llaman católicas y que se dan a conocer a través de esos medios, en definitiva a futuros votantes de ese hipotético partido católico.
No veo viable, ni adecuado, un partido católico en España, pues ni la Iglesia puede volver a cometer el error de intervenir en la política, ni los católicos forman un conjunto homogéneo que pueda agruparse en un partido, ni es justo que con una definición tan concreta, se quedaran fuera tantas personas buenas que no son católicas pero, que sin saberlo, tienen una moral católica. Si veo viable un partido aconfesional, laico, que defendiera sin fisuras ni concesiones, la ley natural y los logros morales de la civilización cristiana.
Publicado en aragonliberal.com, el 23 de junio de 2008.