La izquierda es poder, dinero e ignorancia en sus grados extremos, es decir represión, expolio y destrucción. Quizás suena duro, pero los argumentos son rotundos. La liquidación del Museo del Castillo de Montjuich es otro hito en esa historia.
La izquierda es un engaño de feria que se sostiene con la propaganda, paradójicamente promovida por el capitalismo. Marx, desde su fracturada y patética personalidad (fue un vividor en el seno de una familia profundamente religiosa), organizó ideológicamente el pensamiento de intelectuales de baratillo y personalidades menguadas que vieron en el rasero de la mediocridad el seguro de su supervivencia. Bajo esta perspectiva puede entenderse la ejecutoria política de la izquierda.
Hoy voy a tratar de esa cultura de izquierda, inspirado en la decisión del Ayuntamiento de Barcelona de liquidar el Museo Militar de Montjuich. Si se preguntan por qué no lo hizo antes, liquidar el Museo, la respuesta está en que el Ayuntamiento no era su titular hasta fecha reciente y desde que ha tenido la titularidad, ha estado tanteando como una zorra cobarde hasta ver que semejante medida iba a quedar impune. Adquirida esa confianza, las autoridades municipales visten el expolio como una fiesta popular, implicando a un grupo de adocenados prosélitos y a personas de buena fe – “el pueblo” – que compran con unos petardos, una fideuá y un “concierto”. Y liquidan otro museo.
Las que fueron las últimas grandes proezas culturales de la izquierda en España son bien conocidas, aunque los represores las quieran ocultar. Los prolegómenos de la guerra civil y los tres años de guerra fueron el escenario de la destrucción de un increíble patrimonio artístico y cultural, y cuando el fuego no podía con las obras de arte, bibliotecas o archivos, aplicaban la dinamita para demoler la piedra, como ocurrió en la cripta de la Catedral de Oviedo o en la Basílica de la Virgen del Pilar.
Como en esto que de forma tan generosa llamamos democracia el fuego y la dinamita no son prudentes para la nueva imagen de la izquierda pacifista, han pasado al expolio de guante blanco. De forma sorda, se van llevando por delante esculturas, elementos artísticos o arquitectónicos y cualquier cosa bella que fuera “franquista”. La cuestión es destrozar. Hay una página “web” catalana de esta izquierda iconoclasta, que alienta a la destrucción de monumentos “franquistas”. Los responsables piden a los criminales que cuelguen las fotografías de los elementos antes y después del destrozo. A través de la página, que tiene un tufo institucional nacionalista que tumba, se anima y da información para que cobardes anónimos se carguen estatuas, monumentos, placas de calles, lápidas de cementerios… que tengan cualquier connotación “franquista” o se le parezca, que para esa chusma da lo mismo Juana que su hermana. Todas las fotos que he visto son de elementos situados en lugares solitarios, que son a los que se atreven a acceder esos valientes socialistas que nos van a arreglar en mundo.
También con guante blanco, los socialistas de “la capital” se han cargado parte del archivo de Salamanca, y no han hecho más que empezar con él. Y en la Biblioteca Nacional, fue entrar una “sociata” y desaparecer incunables que en el mejor de los casos han reaparecido en manos de redes internacionales de traficantes de arte. Y los socialistas antes se habían cargado el museo del Instituto Geológico y Minero, el más importante museo geológico de España y de notable importancia internacional y antes…
Pero volvamos al Museo Militar del Castillo de Montjuich… aunque, ¡diantre!, no puedo olvidar el museo que le precedió en este proceso de expolio cultural y que quizás nos sirva de modelo para ver lo que va a pasar con el de Montjuich.
Hace unos años y jubilado su director, Martínez Hidalgo, un erudito de reconocido nombre internacional en historia marítima, los socialistas se hicieron con el Museo Marítimo de Barcelona (nacido como Museo Marítimo de Cataluña). La primera medida al tomar el poder fue marginar a los conservadores, chusma tecnócrata que sólo sabe de su especialidad, y ocupar los cargos directivos con maestros frustrados y “ejecutivos” sin currículo, que se pusieron a divagar sobre el sexo de los ángeles, eso sí, bien cebados con sueldos de como si supieran hacer algo. Las colecciones de maquetas de barcos y otros elementos, como escudos, mascarones, cuadros… se “inventariaron” y “guardaron” y de muchos de ellos nunca más se supo, sustituyendo sus emplazamientos con exposiciones de cositas para escuelas, transformando un museo de investigación a nivel internacional, en un aula de colegio de pueblo rico.
Acto seguido, un día apareció chamuscada la réplica de la embarcación Santa María, de visita anexa al Museo, embarcación con la que Colón llegó a América. El atentado lo reivindicaron las juventudes nacionalistas, ¡menudas! y aunque los desperfectos fueron mínimos, la réplica se hundió. Para sustituirla, se adquirió un barco viejo de madera construido en Alicante y se restauró invirtiendo ochocientos millones de pesetas, sí ha leído bien, casi cinco millones de euros. Con ese dinero se habrían podido construir once barcos iguales nuevos. Y todos contentos. Ya no quedaban rastros franquistas en el Museo y una serie de comisionistas se habían hecho más ricos.
Ahora viene Montjuich. Dice el alcalde que se hará inventario de sus piezas y se almacenarán. Lo dice sin mucho entusiasmo. No soy adivino e imagino un escenario irreal; algunas piezas llegarán a los almacenes, otras no, pero en cualquier caso no sabremos nada. Dentro de un tiempo, una parte de la colección de soldaditos de plomo – una colección única formada por 20.000 obritas de arte - aparecerá en un anticuario de Nueva York, unas espadas en Tokio y algún cuadro de Cusachs en casa de un protagonista de la “liberación” del Castillo. Volviendo a la realidad, el Castillo será transformado en un centro de la paz que tendrá en común con todas las demás expresiones culturales de la izquierda, el que no habrá contenido claro y sí muchos sueldos millonarios en personajillos directivos, asistidos por mileuristas, unos jóvenes y “jóvenas” guapitos y, otros, trabajadores de las bolsas de trabajo municipales.
Esa es la izquierda, la anticultura. Ya su fundador Marx, basó su plomizo libro que se considera la base de la ciencia comunista, en un refrito de autores anteriores. He leído frases textuales de Ricardo en la obra de Marx, en un alarde de desvergüenza y falta de respeto a los derechos de autor que tanto proclaman los socialistas. En base a sus teorías, Marx montó un tinglado sobre el futuro social y económico de Europa en el que no dio pie con bola. Y desde entonces, todo ha ido de mal en peor. La izquierda en el mundo está jalonada de sangre y fuego y la cultura, siempre, ha sido su víctima.
Publicado en aragonliberal.com el viernes, 13 de junio de 2008.