viernes, 17 de diciembre de 2021

El anacronismo de la dicotomía derechas-izquierdas. Coherencia.

 Creo que los tiempos están ya muy adelantados para que sigamos hablando de derechas e izquierdas, cuando nos referimos a opciones políticas.

Los partidos son personas jurídicas, es decir que son un poco menos que nada, en el sentido de qué son simplemente un escrito ante un notario.

Es hora de fijarnos en las personas, no en los partidos.

Una persona es algo concreto, con un cuerpo y un alma capaz de tomar decisiones autónomas, movidas por sentimientos y valores.

Puede haber personas de derechas, de izquierdas o de centro, según sea su visión del mundo.

Por eso esas decisiones nos dicen mucho de la persona, incluso más allá de su visión del mundo. También de su capacidad y valía.

Desde mi modesto punto de vista, para valorar a una persona, es muy importante fijarnos en su coherencia, qué es la relación entre su forma de pensar y su forma de hacer.

Una persona incoherente no es de fiar.

Una persona coherente es de fiar, en el sentido de que puedes prever sus acciones para bien o para mal.

Por ejemplo, un terrorista de ETA o un fundamentalista musulmán son coherentes, es decir son previsibles porque actúan según piensan.

Piensan mal y actúan mal.

Un religioso suele ser también coherente. Piensa bien y actúa bien.

Coherencia para el bien y para el mal.

Sin embargo, las personas incoherentes son imprevisibles y no son de fiar.

Un gobernante que habla de democracia para todos, pero divide a la población que gobierna, en buenos y malos para él, es un político incoherente.

Son incoherentes los delincuentes, los malvados, los cobardes, los miedosos, los pervertidos, los fanáticos, en fin, todos aquellos que no obran como piensan, porque piensan en degenerado y lo saben.

Algunos, además de incoherentes, son necios, y confiando en una impunidad, que creen eterna, de vez en cuando dejan asomar su pezuña, porque su egolatría vence a su escasa inteligencia.

Por eso divido a las personas en coherentes e incoherentes.

A los coherentes buenos los admiro.

A los coherentes malos, les temo.

Y a los incoherentes, les desprecio.

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