Ayer decía que era tal la situación política y social española, que resultaba muy probable, a mí modo de ver, que el gobierno no llegará a comerse el turrón en su palacio.
Pero
visto cómo va el asunto, pienso ahora que quiénes no nos tomaremos el turrón ni
en casa ni en ningún sitio, somos los españoles.
Si
me hubieran explicado, en el mercado persa en que se ha transformado la
política española, nunca me lo hubiera creído.
Pero
creo esa transformación tiene su mérito.
Porque
quién ha conseguido reunir a semejante selección de escoria humana en un mismo momento
histórico de paz y bienestar, tiene
mucho de meritorio.
Meritorio
para mal naturalmente, pero meritorio.
Toda
está morralla intelectual y humana que está protagonizando la política de la España
de hoy es como para conservarla en formol y exponerla en una vitrina de horrores.
Siempre
hemos conocido una España de buenos y malos, porque esta es nuestra triste
naturaleza.
Pero
la España de hoy es la de malos y peores.
¿A quién
vamos a votar en las próximas elecciones, si ya no tenemos al ínclito Ruiz
Mateos y los payasos de la panoplia no tienen gracia mi esencia?
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