lunes, 3 de octubre de 2022

El síndrome del católico.

 ¿Qué le pasa al católico, tanto laico como seglar, que lo que tiene no le es suficiente?

La Iglesia Católica, en tiempos del general Franco se puso en sus manos, pensando que por católico tenía en él un amparo.

Y efectivamente lo tuvo, pero Franco era una cabeza católica rodeada de unos cortesanos inmersos en el mundo.

A la muerte de la cabeza, la Iglesia Católica quedó a la sombra de un árbol deshojado.

A la vista de esta circunstancia, los católicos decidieron arrimarse a otro árbol más tupido, que no frondoso; la izquierda y esa amalgama mal llamada progresismo.

Y así les va.

Me pregunto, ¿no tienen los miembros de la Iglesia Católica, suficiente líder con su Fundador?

Me parece como si el alcalde de un pueblo tuviera como asesor a un premio Nobel y prefiriera seguir el consejo del borrachuzo del pueblo.

¿Qué buscaban en Franco y en sus gabinetes, los miembros de la Iglesia Católica?

¿Y qué buscan hoy en el comunismo, la masonería y eso que llaman progresismo?

¿Es que no les basta la figura de su Fundador, hasta el punto de que han de ir por los burdeles buscando un paradigma?

Nunca he entendido quién, teniendo lo más, busca lo menos.

La doctrina de la Iglesia Católica abarca todos los aspectos de la vida, desde los más íntimos a los más sociales.

Y lo hace en armonía con la naturaleza material del hombre y considerando su aspecto trascendente, en un conjunto que ninguna Ciencia contempla.

La doctrina católica es un compendio ponderado de normas prácticas y morales que abarcan toda la naturaleza del ser humano.

La doctrina de la Iglesia Católica es esencia del hombre en armonía con su entorno.

No me explico qué busca quien goza de ese don, en doctrinas pobres, parciales, elaboradas por mentes a veces enajenadas por la envidia, a veces ofuscadas por las pasiones y siempre y en cualquier caso, limitadas y nunca libres.

Soy un pecador empedernido, con pecados que no tienen glamour ni relevancia. No soy guapo ni listo, ni mediático, ni suertudo.

He destacado en actividades que no tienen ninguna trascendencia mediática y he perdido mi vida en una constante derrota frente a la tiranía del dinero y del poder.

En resumen, soy un completo fracasado.

Pero tengo un clavo ardiente al que agarrarme: Desde que alcancé el uso de razón he sido, desde mi más infructuoso y discreto rincón, fiel a la Iglesia Católica, fidelidad que de nada le ha servido porque ni se ha enterado.

Y cuando he acudido a los católicos, me han decepcionado.

Pero no me importa, porque siempre he creído que el amor es cosa de uno, no de dos ni de tres.

Porque el amor que necesita correspondencia no es amor, es interés.

Si eres católico no busques otros amos, que no hay mayor que el que tienes.

Y si para preservar Su Iglesia estableció unas normas para elegir su cabeza, no te la plantees, obedece al Papa y reza por él como te está mandado. Aunque no te guste la persona y aunque no entiendas el porqué.

Esa obediencia es la única que no supone débil sumisión, sino que exige personalidad y fuerza heroica.

Es soberbia ignorante pretender enmendar la plana de quien te ha creado.


 

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