Cuando veas algo a tu alrededor que no funciona, pon
medidas para arreglarlo.
No dejes que las cosas se pudran.
Hay que combinar inteligentemente el refrán popular; vale más una vez colorado que ciento amarillo, con el consejo de san
Ignacio de Loyola; en la adversidad no hay que hacer mudanza.
Mi experiencia es que cuando me he enfrentado a
situaciones incómodas, en ocasiones por caridad, a veces por pereza, a veces
por debilidad de carácter, a veces por una mala compresión del concepto de
amor, respeto, fidelidad o compromiso, no he puesto solución drástica al
problema.
Y las cosas no han acabado bien, tras un tiempo de
infelicidad y trauma.
Pasa mucho, por ejemplo, en las relaciones de pareja
y en las relaciones de amistad o de trabajo.
En general en las relaciones humanas.
Y también en decisiones que hay que tomar sobre
nuestra mascota, si hemos de continuar con ella, o no...
Sí la situación no funciona, a veces se pasa cien
veces amarillo, es decir por cien secuelas, que una vez colorado, es decir
zanjar la cuestión de conflicto.
Es un calvario vivir diariamente en zozobra, cuando
hay que vivir la vida de forma creativa y plena.
Y aquí entra el pensamiento de san Ignacio de
Loyola.
En esa vida torturante de conflictos constantes, el
entendimiento se nubla y una decisión precipitada puede llevarnos a un fin
peor.
Volviendo al ejemplo de la pareja.
Puede que existan
hijos o que no haya posibilidades económicas claras para la separación.
Esto quiere decir, que hay que tomar la decisión
con calma y meditarla cuando se está tranquilo y cabal.
Hablando sin rodeos.
En el ejemplo que he puesto, sería malo tomar decisión, cuando uno se ha emborrachado para olvidar las
penas o está consolándose con una amiga de toda la vida, que hacía años que no veía...
En resumen, hay que tomar una decisión, pero con
calma.
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